Cuando los pájaros volvieron a cantar…

Nunca he oído el sonido del «cantar» de los pájaros tan claro y frecuente como en este marzo y abril de 2020.

Así se escucha:

Sonido de los pájaros en Algete, Madrid, España.

Este sonido lo escucho más intensamente por las mañanas, aunque este presente todo el día. Al vivir a las afueras de Madrid, en lo que ya se considera como el campo, se nota el resurgir del entorno natural. En el caso de la zona en la que vivo son las aves las que parecen estar teniendo un «baby boom» por las condiciones de relajamiento que implica para estos animales la ausencia de presencia humana.

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Vista desde mi casa de un atardecer en Madrid con la nube de contaminación que de momento ha desaparecido.

En otras circunstancias, esto sería bonito, agradable, parte del entorno natural, cada vez menos frecuente en las grandes ciudades, pero en este caso es el resultado de parques y calles vacías porque la gente ha dejado de salir y estar en ellas.

No quiero que estas palabras que estoy escribiendo sean una especie de recuento de mi confinamiento, si no más bien que sirva para expresar las sensaciones que he venido experimentando desde el miércoles 11 de marzo, cuando en el trabajo que tenía (pasado reciente) nos enviaron a tele trabajar desde casa.  Ya pronto va a ser poco más de un mes en los que he convivido con mi familia, mis padres, mi esposa, mis 2 hijos y porque no decirlo, con el virus.

Tengo que reconocer que he re escrito esta publicación más de una vez, inclusive ya habiéndola terminado, ya que anteriormente la centré en la experiencia de haber perdido mi trabajo recientemente, por causa de las devastadoras consecuencias económicas causadas por el Corona Virus. Al final lo que había escrito termino convirtiéndose en un cúmulo de desahogos sobre las circunstancias en las que se desenvolvió mi salida de la compañía. A medida que han pasado los días, poco a poco lo he venido llevando de adentro hacia afuera, es decir, desde mi situación personal a la situación general de mi barrio, mi pueblo, mi comunidad autónoma, España y el mundo.

Esta manera distinta de verlo me ha hecho reflexionar que a pesar de las circunstancias tan oscuras y desalentadoras al ver la cantidad de gente que ha muerto y de la manera tan solitaria en la que lo han hecho, yo soy un afortunado. Primero que todo, por no haber enfermado del Covid 19. Vivo en un piso de poco menos de 70 m2, en un pueblo del norte (Algete) que queda a unos 25 km del comienzo del anillo más poblado de Madrid. Allí vivo con mi familia compuesta por mi esposa, mis 2 hijos (2 y 5 años) y mis padres (76 y 75 años).

Mi vida antes del Corona Virus consistía en una carrera cotidiana en contra del tiempo. Os puedo describir un día de lunes a viernes de mi rutina antes del que esta pandemia afectara mi vida y la de todos. Me levantaba a las 6:00 de la mañana, salia de casa sobre las 7:00 en coche a llevar a mi hijo y a mi esposa al colegio en donde ella trabaja y él estudia. Llegaba a las 09:00 a la oficina (en donde trabajaba como agente de viajes) y trabajaba hasta las 6:30 de la tarde, con 1 hora y media de descanso para comer. Al finalizar mi jornada laboral, con suerte llegaba a mi casa a las 7:30 de la tarde que en invierno ya era de noche. Al llegar, ya mis hijos tenían entre 2-3 horas de haber salido de la guardería y del colegio respectivamente y de haber llegado a casa después de sus actividades extracurriculares; normalmente se iban a la cama a las 8:30 – 9:00 de la noche, mientras cenaban y tomaban su baño antes de acostarse, en el cual yo participaba pocas veces, en total creo que solo los veía unas 3, como mucho 4 horas al día. Y esto tomando en cuenta que hemos contado con la ayuda valiosa e incondicional de mis padres que se estaban encargando, entre otras cosas, de llevar a nuestra hija a la guardería.

Mis padres viven con nosotros desde hace ya 2 años. Son colombianos de nacimiento. Ambos crecieron en la ciudad más poblada en la frontera con Venezuela. Mi abuela materna era venezolana y al tener una relación estrecha con el país, después de haberse casado ambos emigraron en los años 70 a Caracas y allí han vivido desde entonces hasta hace 2 años. Antes de haber salido de Venezuela y desde que yo me vine a vivir a España en el 2001 los veía 1 sola vez al año en diciembre. Esto quiere decir que desde el 2002 hasta el 2018 solo estuve con ellos unos 15 – 25 días al año en las vacaciones de navidad. Teníamos unos cuantos cumpleaños sin celebrar juntos. Todo esto lo menciono por contrastar el tiempo que he dejado de pasar con ellos en prácticamente la mayoría de lo que va de este siglo 21 a lo que compartía con ellos antes y después del Corona Virus. Evidentemente, antes de que el «bicho» llegara a Madrid, compartía muchas más cosas con ellos que cuando vivíamos separados, pero al igual que con mi esposa y mis hijos no llegaban a ser mucho más de 3 horas al día.

Desde el 11 de marzo hasta ahora, todo esto ha cambiado. Mis hijos ya no van a la guardería ni al colegio, mi esposa tele trabaja, y mis padres ya no hacen las actividades a las que acostumbraban acudir. Desde el 20 de marzo (primer día en el que dejé de tele trabajar) yo soy el encargado de dar soporte con los deberes, y acompañar a mi hijo en las clases online que le programa su colegio. Además, desde que se levantan hasta aproximadamente las 4 de la tarde cuando termina su jornada de trabajo mi esposa, yo «termino con ellos» he intento ponerme con «lo mio» hasta las 08:00 – 09:00 de la noche (lo mio básicamente consiste en actualizar y volver a escribir en este blog, meterme a explorar posibles oportunidades de trabajo, hacer webinars y seguir formándome). Antes del Corona Virus, prácticamente no sabia que cosas daban ninguno de los 2 en el colegio, no le ponía cara a ninguna de sus profesoras, no me ponía con ellos a jugar, a enseñar e involucrarme de la misma manera de como lo estoy haciendo con ellos en este mes y poco que va de confinamiento. Los niños también han recuperado mucho tiempo «perdido» entre ellos, afortunadamente se tienen el uno al otro para jugar, hablar, comer, pelear, dormir, etc… antes, por los horarios, se veían y compartían mucho menos.

Con mis padres creo que en un mes, al menos he recuperado simbólicamente 6 de los 16 años que tenía sin verlos con cierta constancia, ni si quiera cuando vivía con ellos habíamos estado encerrados tanto tiempo seguido en el mismo sitio. Con mi madre he compartido cosas en las que coincidimos como por ejemplo la cocina. Ella es una excelente cocinera, de las de toda la vida, sin manual si no con el puro instinto que le da la experiencia de la vida; ahora que estamos encerrados sin poder salir a la vorágine de la calle me dan más ganas de cocinar, compartir y recuperar tiempo perdido con ella. Me vienen a la mente recuerdos de infancia en la que ella era mi heroína y el centro de mi universo, la persona con la que más compartía las horas del día, tal y como lo hace ahora mi hijo con su madre. Creo que a mi madre es a la que a menos le ha afectado de todos esta situación ya que ella era la que salia menos de casa. Sin duda que estará feliz sobre todo de tener a sus nietos y a mi más tiempo con ella. En el caso de mi padre ha sido distinto. Él se ha convertido en mi compañero nocturno de sofá viendo noticias, documentales, películas, que al terminar son motivo de tertulia y discusión, cual programa de opinión en la televisión. Intenta analizar todo lo que esta ocurriendo con retrospectiva histórica, nunca en sus 75 años de vida había vivido una situación similar en ninguno de los países que ha vivido, España por segunda vez, la situación le preocupa y se le nota. Por la situación que ha vivido en estos últimos años en Venezuela, con su casa cerrada y confinada hasta que vuelva la vida para él en ese paraíso tropical, y la situación que se esta viviendo. Nunca lo había visto en un estado tan reflexivo como ahora y como para no estarlo. Para mi es un alivio y tranquilidad tenerlos conmigo seguros en casa y no tenerlos lejos sin tener un 100% de certeza de que se encuentran bien de salud, más aun perteneciendo al segmento más vulnerable de personas mayores a las que el virus ha matado en su mayoría.

La relación con mi esposa ha pasado a ser después de esta pandemia como si la de un comité de emergencia nacional se tratara. Nuestra habitación se ha convertido en el centro de operaciones o headquarters desde donde tomamos las decisiones importantes y planificamos el día a día de nuestras acciones a seguir en esta «crisis». Esto con la instalación temporal de nuestros ordenadores desde donde ella tele trabaja y podemos acceder al exterior. Antes del virus, la única diferencia con respecto al tiempo que compartía con el resto de los miembros de la familia era el hecho de estar en la misma cama. Ella esta jugando un papel fundamental en el equilibrio de nuestra casa, no solo por ser la persona productiva y activa laboralmente si no por ser la que trae el orden y la estabilidad a nuestras vidas, y esto conlleva un gran peso de responsabilidad sobre sus hombros. Espero poder repartir ese peso lo más proporcionalmente posible sobre mis hombros también.

Es curioso que con las personas que en la practica más horas pasaba y compartía de lunes a viernes, que eran mis ex-compañeros de trabajo, el contacto con ellos desde el día después de que me despidieron ha sido nulo, solo he tenido contacto vía whatsapp con la persona encargada de enviar a un mensajero para devolver el portátil con el cual tele trabajaba.

Lo importante ahora es no enfermarse ni enfermar a nadie. Esto, empezando desde adentro hacia afuera, desde el lecho familiar hasta el entorno más externo de contacto posible, es la única opción que tenemos los ciudadanos de a pie para aportar y para nuestra propia supervivencia. Luego, este confinamiento para mi es equivalente a un tiempo de reflexión y preparación para afrontar la nueva realidad de supervivencia que vamos a tener como especie humana. Viene una crisis económica que va a durar lo que tardemos en recuperarnos y en intentar cambiar el sistema productivo mundial de manera que este tipo de cosas como una pandemia, que no será ni mucho menos la última, no afecten a la humanidad a tal extremo de ponerla en un dilema de que se tenga que elegir entre la salud e integridad del ser humano o los intereses económicos. Muchos gobiernos y empresas poderosas no se han terminado de dar cuenta que sin la conservación y el cuidado de lo primero (la salud) lo segundo (bienestar económico) es imposible de conseguir.

Para finalizar, mi reflexión personal es que a mis casi 45 años, 10 años después de la primera crisis económica mundial del siglo 21, que también me afecto, y que hizo que me reinventará aquella vez, con 10 años más de edad pero con cientos de experiencias y vivencias que van hacer que vuelva a resurgir de las cenizas del sistema productivo y económico, tal y como han hecho de la maltratada naturaleza, los pájaros que volvieron a cantar.

El canto de los pájaros de Pau Casals. Interpretada por Camille Thomas